lunes, 16 de mayo de 2016

YOUTUBERS ¿NUEVAS MERCANCÍAS PARA EL CONSUMO?




Publicado en La Ramona de Opinión del 16 de mayo de 2016 

Hacía un buen tiempo que mi corporalidad y la subjetividad que en ella habita no sentían la sensación de estar expuestas a un “acoso textual”, aquel al que nos somete la inclaudicable oferta capitalista de libros. Entonces, teniendo cerca en tiempo y espacio la Feria del libro de Bogotá, me preparé con anticipación para dejar de reprimirme e ir a ese “desborde lujurioso y explícito de textualidades impresas”, ese que algunos y algunas sentimos en esos espacios. Además, pensaba conocer a Fernando Vallejo y a Claudia Palacios, entre otras colombianas y no colombianas destacadas.
Grande fue mi sorpresa cuando aquel sábado, luego de haber transitado por más de una hora Bogotá para llegar a “Corferias”, la fila para comprar los boletos de ingreso rebasaba los límites de mi tolerancia. Inmediatamente decidí retornar y volver en día de semana. Ansioso por zambullirme en mi propia “orgía literaria”, no quería tragarme varias horas de pie y haciendo fila. Pero quedé gratamente sorprendido por el interés de tanto joven y adolescente por los libros, ya quisiera que la cuarta parte de esa población de adolescentes haga lo mismo en Bolivia, pensé.
Días después me enteré que aquellos adolescentes no sólo eran de Bogotá, además habían llegado de varias ciudades de Colombia y, hasta el mediodía de aquel sábado, habían consumido las 50 mil boletas diarias asignadas a los visitantes de aquel evento. Porque Germán Garmendia, un youtuber chileno presentaba su libro titulado: “Chupa el perro”. Aquella aglomeración explosiva, por la que tuve que postergar mi “orgía literaria”, no fue por un interés en libros, sino más bien por una fanaticada masiva que iba al encuentro con su ídolo. Parece que otro tipo de orgía fue provocada por aquel chileno y el sugerente título de su libro, que en léxico chileno hace alusión a ciertas prácticas orales, no precisamente de “textualidades reprimidas”.
Las repercusiones no se dejaron esperar, todos los medios, escritos, emisoras, redes de televisión y blogs, comentaron el hecho y dieron espacio a un debate con posiciones encontradas. Por una parte se reprochaba que un joven de 25 años, desconocido en el ámbito académico, haya sido el autor más exitoso de aquella feria; por otro se destacaba la miopía del mundo académico y sus círculos inmediatos a cerca de las nuevas tecnologías y el modo en el que las nuevas generaciones se han ido apropiando de éstas.
“Ni la más reciente Nobel de literatura Svetlana Alexievich, ni el popular cura Alberto Linero, ni los oscurísimos y pesimistas discursos de Fernando Vallejo, ni talleres pedagógicos, lograron lo que el YouTuber más importante en habla hispana y el segundo más importante del mundo consiguieron este sábado 23 de abril”. Éste es uno de tantos comentarios, en este caso publicado en una nota digital en la web, en relación a lo que sucedió en la Feria del libro de Bogotá con la llegada de aquel ídolo de jóvenes, quienes consumen la mayor parte de su tiempo en el mundo virtual.
Lo concreto es que Germán Garmendia, sin haber leído más de cinco libros en su vida, ha logrado ser el youtuber hispanohablante con más seguidores en el planeta y sus ganancias llegan a algo más de 2 millones de dólares al año. Si bien está muy lejos del top 10 de los youtubers más ricos del mundo, encabezado por el sueco Felix Kjelberg, mejor conocido como PewDiePie, que gana 12 millones de dólares al año por comentar con algo de humor sobre videojuegos. En el caso de Garmendia, se trata de un joven de 25 años que tiene el segundo canal con más suscriptores en YouTube y ha logrado un record con 27 millones de visitas. Junto con esto se dice también que la mayor parte de los videos de Garmendia han superado los 10 millones de reproducciones y frecuentemente duplican o triplican dicha cifra.
Más allá de la sorpresa y el rechazo de ciertos círculos intelectuales nos enteramos también, a través de Wilson Fernando Vega editor de Tecnósfera del periódico El Tiempo, que no es la primera vez que esto ocurre, en el año 2015 “La edad de la verdad”, del YouTuber colombiano Juan Pablo Jaramillo fue uno de los libros más vendidos. Vega propone además a la Filbo que: “… sigan trayendo YouTubers (o mejor aún, 'booktubers'). Déjenlos participar y aprovechen la luz que arrojan sobre un evento que debería ser masivo todos los días. Esta nueva generación de estrellas de la web no tiene por qué jugar en contra de la lectura y, en cambio, podría probar ser uno de sus mejores aliados”.
Aquel conflicto se estaba manifestando, por un lado, porque no se podía concebir que un youtuber sea la atracción de una feria de libro y por el otro, se decía que si alguien escribe un libro y éste tiene gran acogida y reconocimiento por un importante segmento de la población, cualquiera sea ésta, ¿por qué no debería estar en una feria de libro? Me parece que gran parte de la discusión se dio en torno a esta divergencia y, en apariencia, el problema tenía y tiene que ver con quién debería ser el protagonista central de una feria del libro.
Este aparente problema me provoca la siguiente pregunta ¿qué es una feria del libro y cuál su objetivo en un mundo capitalista, en el que las industrias culturales han producido monopolios transnacionales para generar altas tasas de ganancia? La respuesta de la segunda parte de la pregunta es obvia, el objetivo de las ferias es la ganancia; pero la respuesta a la primera parte de la pregunta es algo que aparece encubierto. Desde mi perspectiva, cada vez más, este tipo de espacios se dedican a la venta de mercancías, en la lógica del mercado capitalista de consumo y por otra parte, en países como Colombia, que apostaron por el neoliberalismo extremo y éste sigue más vigente que nunca, el sujeto consumidor producido para comprar mercancías enajenadas, que transita por mercados y centros comerciales, tiene bastante vigencia y fue éste el que produjo el caos aquel sábado de abril en Bogotá.
En éste contexto, en el que la lógica de la ganancia extrema se encuentra con el sujeto consumidor, como comprador compulsivo, una feria, así sea de libros, es un espacio de ganancia monopólica a costa de la venta de mercancías. Sólo que la sutileza del marketing produce actividades paralelas en las que circulan ciertas celebridades, aquellas que por méritos académicos producen literatura especializada en diversos géneros, compartiendo con el público de a pie, sin dejar de inducir al consumo, es decir, sin evitar aquel “acoso textual”.
Pero, cuando el empresario se deja de sutilezas, aparece el cinismo del mercado y la incidencia de la ganancia masiva se pone en evidencia, los méritos en este caso cambian de referente, se enfatiza la idea de “celebridad” en función de cuál de éstas vende más. En esta lógica, explícitamente, se convierte en mercancía cualquier cosa que pueda generar ganancia, así sea un youtuber de 25 años. Junto con esto se produce el saqueo de los salarios de padres y madres de familia de clase media, que no pueden negar a sus hijos adolescentes, consumidores no asalariados y menos recatados que sus padres, la posibilidad de adquirir ciertas mercancías fetichizadas en forma de ídolos y diseñadas específicamente para poblaciones meta.
Si las ferias modernas han transformado el concepto de aquellas otras, no modernas, en las que el intercambio era el patrón dominante y las han convertido en un lugar para la venta de mercancías, la generación de ganancia y acumulación concentrada, en este caso para un grupo de editoriales; así sea a costa de “viralizar” cotidianidades obvias matizadas por la supuesta novedad de lo que parecería ser un youtuber. Entonces no debería sorprendernos que en estos y otros espacios copados por mercaderes de la vida y de la muerte, se busque producir consumidores de todo y de nada. Desde mi perspectiva, éste es el “pequeño” detalle que no estuvo presente en aquellas discusiones acerca de lo que sucedió en aquella feria en Bogotá.
Actualmente, la presencia masiva del sujeto consumidor ha producido un comportamiento generalizado que reproduce la lógica de lo desechable. Ésta se manifiesta en aquellos que compran para decir que compraron, pero luego, en el corto plazo, cuando aparece una nueva mercancía de moda que aparenta tener mayor “brillo” que la anterior, la desechan y compran la nueva. Desde esta lógica, presente en los grandes contingentes de consumidores, se puede convertir en mercancía todo, desde la memoria de un guerrillero, hasta la palabra hecha verbo y ahora también a un youtuber.

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