Publicado en La Ramona de Opinión el 29 de noviembre de 2015
La cultura, entendida como forma de vida y no como objeto de “arte”, siempre produce movimiento y éste orienta determinados sentidos, por eso la sabiduría de la gente expresa que: “la vida sin sentido no es vida”. Decir “Culturas en Movimiento” implica también un re-acomodo en el pensamiento, nos reta a producir un giro en nuestra manera de pensar y vivir la cultura y lo hace en dos dimensiones. Primero, en la dimensión de la pluralidad de las culturas, es decir de las formas de vida, desde las cuales se está interpelando el modo colonial de imponer un universal como idea de verdad, desde el Patrón Colonial de Poder Global y segundo, rompiendo las “cadenas” que aprisionan el movimiento, aquellas que objetualizan, que detienen y que por largos siglos han construido espacios estancos para comprender la realidad.
Por eso las “Culturas en
Movimiento” molestan, cuestionan e interpelan a los perseguidores del status quo, sea disfrazados en
sindicatos de “artistas” o en furibundos discursos radicales, que nunca
aterrizaron ni aterrizan en propuestas para producir sentido desde las
experiencias, a aquellos que piensan que la realidad es y tiene que ser, como
ellos piensan, porque no se pueden situar en una realidad que está siendo y que cobra sentido con el
movimiento, con el cambio y con la posibilidad de cambiar, nuestros racismos, nuestros
clasismos, nuestros machismos, nuestra homofobia y nuestro ser
“artista-genio-creador”.
Por todo esto, seguramente, el
Congreso en Sucre, hace como un mes atrás: “Culturas en Movimiento”, causo una
serie de “escozores”, de disgustos, de antipatías, en las mismas subjetividades
de siempre, pero reproducidas con otros cuerpos y otras caras, las
conservadoras, algunos descalificando, desde la ignorancia, muchos años de
proceso desde los que se llega a esta propuesta y otros desde la soberbia del
poder y el ego de “artista”, mediocremente conocido, pronosticando cual pajpaku
de la esquina, que “aquello no pasa de ahí” y que “es un congreso más”.
Pero estas mentalidades, de
“vacas sagradas” frustradas, no saben que fueron justamente los múltiples
movimientos de las culturas los que lograron aquel Congreso y, aquellos
sentidos que se encontraron en Sucre, ahora siguen y seguirán haciendo lo que
durante años hicieron, pero no del modo individualista cual “genios creadores”,
seudoartistas, sino más bien desde los colectivos desde la reproducción de la
comunidad, desde los intercambios recíprocos, de colores, melodías, palabras y
acciones que explotan en lo festivo.
Por eso es que el “ya venimos
llorados” no promete un futuro, más bien, transporta un cúmulo de pasado en
experiencias de generaciones del anterior siglo y las pone en el presente en
los ojos, los oídos, las manos, las experiencias y los corazones de las jóvenes
generaciones y desde el intercambio recíproco de experiencia y juventud, se
inicia un nuevo rumbo de las “Culturas en Movimiento” y por eso se está
diciendo, y me sumo al coro de irreverentes y transgresores de la vida desde la
paz con lo festivo como herramienta, “el Congreso no fue el final sino el
inicio”.

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