Publicado en Opinión el lunes 2 de abril de 2018
Hace unos días en Ciudad de México, para referirse a la
crisis global actual, el profesor Ramón Grosfoguel decía: “este desastre que
estamos viviendo es la Modernidad”. Actualmente, somos testigos de este
desastre y pensadores críticos, europeos y no-europeos, nos aclaran esto desde
distintas perspectivas. Las consecuencias depredadoras de este proyecto
civilizatorio, que dio origen a un cambio de época en el planeta en el siglo
XVI, están presentes en diferentes ámbitos de la realidad.
Una característica de este proyecto es la cosificación de la
realidad, es decir su objetualización. Por eso desde la instalación de la
Modernidad, como estructura de pensamiento y luego como racionalidad
instrumental, es decir, como una cultura que se propone dominar a otras
culturas, hemos constituido sistemas de relacionamiento que reproducen esta
cosificación, en el modo de relacionarnos con la naturaleza y entre seres
humanos.
Es en 1492 cuando se inicia la Modernidad, dando lugar al
siglo de las luces. Sin embargo Wálter Mignolo, en “El lado oscuro del
Renacimiento”, nos hace notar que hasta hace poco los historiadores sólo se
ocuparon de las luces y no de las sombras. En el último tiempo ha quedado claro
que el lado oscuro de la Modernidad, el más perverso, es la Colonialidad, que
produce una política destructiva y depredadora, encubierta en los discursos de
desarrollo y progreso.
Así, mientras las “luces” del desarrollo y el progreso iniciaban
la colonización del planeta, otras transformaban en arte las sensibilidades
vitales expresadas en música, danza, poesía, pintura, escultura, etc. Esto,
también sirvió para que aquellas expresiones nombradas como arte cobraran
jerarquía, convirtiéndolas en Mercancía, en el contexto del nuevo modo de
producción vigente, el Capitalismo.
Sin embargo, la actual crisis terminal del Capitalismo que
ha producido el colapso planetario, nos sitúa en el horizonte naciente de una
nueva época, en la que la dimensión ecológica deberá subsumir a la dimensión
económica, es decir, en la que la producción y reproducción de la vida deberá imponerse
por encima de la producción y reproducción del Capital y el Mercado.
Este nuevo Horizonte de época nos está diciendo que debemos dejar
de orientar las prácticas culturales y artísticas desde y hacia el Mercado
capitalista de consumo y, al contrario, orientarlas desde el disfrute hacia la
vida y su reproducción. Esto también significa pensar creativamente en producir
procesos de des-objetualización de nuestras relaciones. Estos deberían ser
nuestros compromisos actuales, estemos en los espacios que estemos.
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