Actualmente existe un detonante,
circunstancialmente ubicado en Cochabamba, que obliga a pensar el problema de
la “Universidad en Bolivia”. No me refiero al sistema de universidades privadas
porque éstas son parte de negocios e intereses privados, que asumen la formación
universitaria como mercancía. Inicio esta reflexión diciendo que la
universidad, en general, ha sido constituida como una institución-instrumento
desde hace varios siglos. En una primera época orientada a reproducir
dispositivos para la dominación al interior de una estructura colonial y luego actualizando
aquellos dispositivos, desde la misma lógica, pero en una nueva estructura, la
del Estado Moderno. En esta segunda etapa, vigente todavía, se ha convertido en
una institución comprometida con el “desarrollo”, el “progreso” y además
alineada con la sostenibilidad de un modo de producción dominante en el planeta,
el capitalismo, que en las últimas décadas se ha orientado hacia su modo
extremo con toda su perversidad, el neoliberalismo, salvo en un corto período
en el pasado en el que se postulaba el socialismo como salida posible.
Mi reflexión surge a partir de
dos momentos de haber sufrido a nuestra decadente Universidad, el primero de estudiante
y el segundo como docente. Lamentablemente desde mi experiencia como estudiante
y como profesor universitario en dos universidades del Sistema, ubicadas en dos
ciudades bolivianas, ninguna en Cochabamba, puedo afirmar que el o los
objetivos de esta institución están extraviados. La Universidad es un espacio
cuyo objetivo debería ser la producción de conocimiento para la transformación
de la realidad o, en el peor de los casos, desde una posición conservadora, se
podría pensar que debería reproducir cierto conocimiento para mantener el estatus quo. Sin embargo, incluso desde
un análisis de sentido común es posible comprender que su objetivo no es ni el
primero ni el segundo.
Actualmente, como su espacio ha
sido cooptado por la masa mediocre de acartonados, su objetivo ni siquiera ha
cambiado de dirección, por eso no es ni conservador. Más bien su objetivo ha
sido transplantado hacia otra dimensión en la que el conocimiento, su
reflexión, su discusión y su posible producción no tienen razón de ser. La problematización
sobre la construcción o no de conocimiento también está ausente en el problema
de San Simón y en ninguno de los bandos, entre los que actualmente se disputan
el “deber ser” de una universidad, se discute el tema relacionado con el
conocimiento y sus procesos.
Hace mucho tiempo que la
Universidad Boliviana es, lo que hace unas semanas expresaba Guillermo Mariaca,
“una guardería de desempleados y un pacto por la mediocridad institucionalizada”
y es esta mediocridad institucionalizada que, salvando las excepciones, produce
“profesionales” capacitados, desde los primeros semestres o años, para
solucionar los problemas “académicos” en moteles, bares y cantinas, dependiendo
del sexo de los o las estudiantes. Para que en su vida profesional hagan lo
mismo, pero con mayor experticia y en dimensiones mayores.
Fue la misma mediocridad
institucionalizada que por cuidar aquella guardería de desempleados para la
rosca de turno, a la que se suman cada vez más mediocres sumisos y obedientes,
la que produciendo una pantomima de examen de suficiencia, se deshizo de mi
indignada manera de hacerme cargo, a mi modo, del problema universitario. En
una de las universidades de las que fui docente me pusieron como miembro del
tribunal calificador a uno de mis peores alumnos (con titulación en condiciones
dudosas), para que me reprobara y así la materia quedó con la gente de aquella
rosca. En la otra simplemente anularon el examen y pasaron a la fase de
invitación directa, obviamente dirigida a otro profesor, en este caso fue
profesora, que también era parte de la rosca.
Esa es la universidad que tenemos
y este problema no sólo está en Cochabamba está en todo el sistema
universitario estatal. Ahora aparece un detonante y lo que gatilla al mismo es
la “titularización sin examen de competencia”, dando a entender que si se llama
a exámenes de competencia el problema universitario estaría solucionado. Como
acabo de ilustrar, los exámenes para docentes en la Universidad Boliviana hace
muchos años que han dejado de tener credibilidad; éstos se han convertido en el
modo “legal” de legitimar la mediocridad. Lo que parece que está sucediendo en
San Simón es que se ha optado por otro modo, no consensuado, de legitimar la
misma mediocridad y esto ha detonado un problema que pone en evidencia el
estado terminal de la Universidad Boliviana.
Lo bueno de esto es que ahora el
o los problemas están sobre la mesa, lo malo, desde mi perspectiva, es que
éstos no son comprendidos en su real magnitud, porque todas las propuestas de posibles
salidas al problema ni siquiera son conservadoras y en ningún caso se postula
un sentido de transformación real a la Universidad Boliviana. Lo que quiero
decir con esto es que, a pesar de algunos discursos aparentes de transformación
y del modo diverso de comprenderlos por los diferentes frentes en conflicto,
todas las salidas planteadas tienen una fuerte carga “conservadora”, pero ni
siquiera en el sentido de un proyecto político conservador, sino más bien en el
sentido de conservación de intereses sectarios que son parte de una actitud
provinciana de cada uno de los segmentos en conflicto. Esta actitud colonial es
la que ha llevado a la Universidad a su estado terminal y es ésta la que
inicialmente se debería empezar a transformar.
¿Por qué digo estas cosas?
Quisiera aquí diferenciar a la universidad que conocemos, la que hemos sufrido
en su real magnitud histórica y política, a la que de modo específico he hecho
referencia como una institución colonial primero y colonial, modernizante y
modernizadora después, que nunca produjo conocimiento y que más bien, del modo
más mediocre y provinciano, se ocupó de reproducir la colonialidad del saber;
de otra posibilidad institucionalizada para la educación superior que todavía
está por ser construida y que al mismo tiempo que transforme nuestra
subjetividad colonial pueda ocuparse de producir conocimiento para transformar
la realidad en la que vivimos.
Aquí oriento la crítica hacia las
denominadas ciencias sociales y humanas y pregunto si el objetivo del
conocimiento es: primero la comprensión de la realidad y luego su
transformación ¿Cuántas categorías de análisis, pertinentes para la comprensión
de la realidad regional boliviana, han sido producidas por la Universidad
Boliviana a lo largo de su historia colonial y republicana? ¿Cuántas problemáticas
y cuántos problemas o temas han sido producidos, reflexionados y analizados por
esta institución en Bolivia? y con esto no me refiero a experiencias puntuales
de algunos, unos pocos profesores del sistema, sino a la preocupación
estructural y programática del sistema universitario. Por ejemplo, si el
racismo es algo inherente a la subjetividad del boliviano y la boliviana ¿Por
qué la Universidad Boliviana no ha generado una estructura académica que
produzca conocimiento local para comprender y transformar esta problemática?
¿Por qué esta institución no se plantea
por lo menos la posibilidad de transitar de un conocimiento disciplinar
estanco, hacia otro en el que se puedan “abrir las ciencias sociales”? ¿Por qué
no se propone complementar el conocimiento disciplinar con el trans-disciplinar
o el in-disciplinar, por ejemplo? ¿Por qué, problemas como el clasismo, el
racismo, la homofobia, el machismo no son parte de las propuestas académicas
para transformar la “academia” en sus contenidos, pero sobre todo en los
comportamientos cotidianos de sus actores? ¿Por qué enfoques como la
micropolítica, la corpopolítica, la geopolítica del conocimiento, por citar
algunos, ni siquiera son mencionados en las carreras de ciencias sociales y
humanidades y menos son parte de los programas de materias? Incluso la
discusión entre “vivir bien” y “vivir mejor”, producida y activada desde los
procesos políticos bolivianos y fundamental para algunos pensadores como
Enrique Dussel, Boaventura de Soussa Santos o Anibal Quijano, para pensar los conflictos
geopolíticos globales son ignorados, mientras se siguen reproduciendo los
estándares impuestos por la colonialidad del saber en los formatos y los
cánones para ser validados con el rótulo de científicos por la academia en
universidades de otros países.
Se podría decir que es porque se
trata de una Universidad conservadora y que reproduce la colonialidad del
saber. Pero lo paradójico es que incluso esta aparente reproducción colonial
del saber ha sido ejecutada con la mayor mediocridad posible, porque ni
siquiera se estudia con profundidad el conocimiento moderno, colonial y
eurocéntrico. Esto quiere decir que aquella masa de mediocridad ni siquiera
tiene la capacidad de repetir el conocimiento eurocéntrico.
Entonces ¿Qué es lo que nos está
mostrando actualmente el conflicto de San Simón? Y, aclaro nuevamente que en
esta reflexión no estoy haciendo alusión a las excepciones, que sí las hay y
muy dignas; más bien me refiero a la regla, a aquello que predomina y parecería
que es lo común. Si tomamos en cuenta algunas de las posturas que se han
manifestado de forma dominante en este tiempo de conflicto en Cochabamba, todas
expresan la comodidad del lugar que les toca defender, afín a la mediocridad institucionalizada
con la que han sido formados. Por un lado, desde la parte docente, se defiende
la “guardería de desempleados”, el salario fácil, con cualquier argumento, por
otro, en la misma lógica de guardería, pero esta vez “revolucionaria”, con el
nombre de “co-gobierno” y desde discursos encendidos, se condicionan intereses
que benefician a ciertos círculos y a pequeños grupos y, sin un sentido crítico
real, carentes de la capacidad de visualizar el problema estructural de la
universidad, se critica a la “academia” por “elitista” y desconectada de la
“realidad”. Como ya sucedió en décadas anteriores con muchos “revolucionarios”,
esto será hasta que logren su titulación (dudosa) y pidan asilo en la guardería
para desempleados y se hagan parte de la misma rosca transformándose en
“catedráticos”.
Mientras tanto, desde otro
frente, entre aquellos que han logrado niveles académicos en formaciones de
posgrado, léase maestrías y doctorados, se intenta producir una salida
académica al problema, que conserve el lugar privilegiado de los títulos y se introducen
reflexiones también carentes de crítica que toman la referencia del modelo
académico impuesto por los países del norte, actualmente en crisis, y salvando
aquella distancia se compara con aquel modelo, pero reproducido en
universidades de los países vecinos. En este caso tampoco se habla de la
posibilidad de generar un proceso para construir conocimiento que pueda
resolver los problemas locales, específicamente me refiero a la carencia de/en
la producción categorial local y ni qué decir de la producción metodológica. Se
habla de revistas indexadas, de la participación de pares cruzados anónimos
para la legitimación de cierto “conocimiento” y de todos los cánones de la
universidad colonial que actualmente también está en crisis.
Desde nuestra perspectiva no
creemos en una re-estructuración, menos en una reforma de la “Universidad
Moderna”, más bien apostamos, para el futuro, por la construcción de nuevos
modos de producción de conocimiento y de una instancia de “educación para la
vida” que tenga un sentido pluriversal y transmoderno, que no reproduzca el
conocimiento único como “uni-versal” desde la “uni-versidad” y que reemplace la
imposición de la ontología moderna y eurocéntrica por una construcción
intersubjetiva, dialogada y trans-ontológica del conocimiento, como intercambio
de saberes y desde procesos inter-epistémicos. Pero, así como estamos conscientes que
esta transformación responde a una transición epocal, también pensamos que la
actual universidad, por lo menos en Bolivia, no ha llegado ni por error a
pensar en este tipo de transformación y es por ello que cualquier ajuste
coyuntural al actual problema y a otros producirá la agudización de su estado
terminal.
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