domingo, 26 de julio de 2015

LA UNIVERSIDAD BOLIVIANA Y SU ESTADO TERMINAL


Actualmente existe un detonante, circunstancialmente ubicado en Cochabamba, que obliga a pensar el problema de la “Universidad en Bolivia”. No me refiero al sistema de universidades privadas porque éstas son parte de negocios e intereses privados, que asumen la formación universitaria como mercancía. Inicio esta reflexión diciendo que la universidad, en general, ha sido constituida como una institución-instrumento desde hace varios siglos. En una primera época orientada a reproducir dispositivos para la dominación al interior de una estructura colonial y luego actualizando aquellos dispositivos, desde la misma lógica, pero en una nueva estructura, la del Estado Moderno. En esta segunda etapa, vigente todavía, se ha convertido en una institución comprometida con el “desarrollo”, el “progreso” y además alineada con la sostenibilidad de un modo de producción dominante en el planeta, el capitalismo, que en las últimas décadas se ha orientado hacia su modo extremo con toda su perversidad, el neoliberalismo, salvo en un corto período en el pasado en el que se postulaba el socialismo como salida posible.
Mi reflexión surge a partir de dos momentos de haber sufrido a nuestra decadente Universidad, el primero de estudiante y el segundo como docente. Lamentablemente desde mi experiencia como estudiante y como profesor universitario en dos universidades del Sistema, ubicadas en dos ciudades bolivianas, ninguna en Cochabamba, puedo afirmar que el o los objetivos de esta institución están extraviados. La Universidad es un espacio cuyo objetivo debería ser la producción de conocimiento para la transformación de la realidad o, en el peor de los casos, desde una posición conservadora, se podría pensar que debería reproducir cierto conocimiento para mantener el estatus quo. Sin embargo, incluso desde un análisis de sentido común es posible comprender que su objetivo no es ni el primero ni el segundo.
Actualmente, como su espacio ha sido cooptado por la masa mediocre de acartonados, su objetivo ni siquiera ha cambiado de dirección, por eso no es ni conservador. Más bien su objetivo ha sido transplantado hacia otra dimensión en la que el conocimiento, su reflexión, su discusión y su posible producción no tienen razón de ser. La problematización sobre la construcción o no de conocimiento también está ausente en el problema de San Simón y en ninguno de los bandos, entre los que actualmente se disputan el “deber ser” de una universidad, se discute el tema relacionado con el conocimiento y sus procesos.
Hace mucho tiempo que la Universidad Boliviana es, lo que hace unas semanas expresaba Guillermo Mariaca, “una guardería de desempleados y un pacto por la mediocridad institucionalizada” y es esta mediocridad institucionalizada que, salvando las excepciones, produce “profesionales” capacitados, desde los primeros semestres o años, para solucionar los problemas “académicos” en moteles, bares y cantinas, dependiendo del sexo de los o las estudiantes. Para que en su vida profesional hagan lo mismo, pero con mayor experticia y en dimensiones mayores.
Fue la misma mediocridad institucionalizada que por cuidar aquella guardería de desempleados para la rosca de turno, a la que se suman cada vez más mediocres sumisos y obedientes, la que produciendo una pantomima de examen de suficiencia, se deshizo de mi indignada manera de hacerme cargo, a mi modo, del problema universitario. En una de las universidades de las que fui docente me pusieron como miembro del tribunal calificador a uno de mis peores alumnos (con titulación en condiciones dudosas), para que me reprobara y así la materia quedó con la gente de aquella rosca. En la otra simplemente anularon el examen y pasaron a la fase de invitación directa, obviamente dirigida a otro profesor, en este caso fue profesora, que también era parte de la rosca.
Esa es la universidad que tenemos y este problema no sólo está en Cochabamba está en todo el sistema universitario estatal. Ahora aparece un detonante y lo que gatilla al mismo es la “titularización sin examen de competencia”, dando a entender que si se llama a exámenes de competencia el problema universitario estaría solucionado. Como acabo de ilustrar, los exámenes para docentes en la Universidad Boliviana hace muchos años que han dejado de tener credibilidad; éstos se han convertido en el modo “legal” de legitimar la mediocridad. Lo que parece que está sucediendo en San Simón es que se ha optado por otro modo, no consensuado, de legitimar la misma mediocridad y esto ha detonado un problema que pone en evidencia el estado terminal de la Universidad Boliviana.
Lo bueno de esto es que ahora el o los problemas están sobre la mesa, lo malo, desde mi perspectiva, es que éstos no son comprendidos en su real magnitud, porque todas las propuestas de posibles salidas al problema ni siquiera son conservadoras y en ningún caso se postula un sentido de transformación real a la Universidad Boliviana. Lo que quiero decir con esto es que, a pesar de algunos discursos aparentes de transformación y del modo diverso de comprenderlos por los diferentes frentes en conflicto, todas las salidas planteadas tienen una fuerte carga “conservadora”, pero ni siquiera en el sentido de un proyecto político conservador, sino más bien en el sentido de conservación de intereses sectarios que son parte de una actitud provinciana de cada uno de los segmentos en conflicto. Esta actitud colonial es la que ha llevado a la Universidad a su estado terminal y es ésta la que inicialmente se debería empezar a transformar.
¿Por qué digo estas cosas? Quisiera aquí diferenciar a la universidad que conocemos, la que hemos sufrido en su real magnitud histórica y política, a la que de modo específico he hecho referencia como una institución colonial primero y colonial, modernizante y modernizadora después, que nunca produjo conocimiento y que más bien, del modo más mediocre y provinciano, se ocupó de reproducir la colonialidad del saber; de otra posibilidad institucionalizada para la educación superior que todavía está por ser construida y que al mismo tiempo que transforme nuestra subjetividad colonial pueda ocuparse de producir conocimiento para transformar la realidad en la que vivimos.
Aquí oriento la crítica hacia las denominadas ciencias sociales y humanas y pregunto si el objetivo del conocimiento es: primero la comprensión de la realidad y luego su transformación ¿Cuántas categorías de análisis, pertinentes para la comprensión de la realidad regional boliviana, han sido producidas por la Universidad Boliviana a lo largo de su historia colonial y republicana? ¿Cuántas problemáticas y cuántos problemas o temas han sido producidos, reflexionados y analizados por esta institución en Bolivia? y con esto no me refiero a experiencias puntuales de algunos, unos pocos profesores del sistema, sino a la preocupación estructural y programática del sistema universitario. Por ejemplo, si el racismo es algo inherente a la subjetividad del boliviano y la boliviana ¿Por qué la Universidad Boliviana no ha generado una estructura académica que produzca conocimiento local para comprender y transformar esta problemática?
¿Por qué esta institución no se plantea por lo menos la posibilidad de transitar de un conocimiento disciplinar estanco, hacia otro en el que se puedan “abrir las ciencias sociales”? ¿Por qué no se propone complementar el conocimiento disciplinar con el trans-disciplinar o el in-disciplinar, por ejemplo? ¿Por qué, problemas como el clasismo, el racismo, la homofobia, el machismo no son parte de las propuestas académicas para transformar la “academia” en sus contenidos, pero sobre todo en los comportamientos cotidianos de sus actores? ¿Por qué enfoques como la micropolítica, la corpopolítica, la geopolítica del conocimiento, por citar algunos, ni siquiera son mencionados en las carreras de ciencias sociales y humanidades y menos son parte de los programas de materias? Incluso la discusión entre “vivir bien” y “vivir mejor”, producida y activada desde los procesos políticos bolivianos y fundamental para algunos pensadores como Enrique Dussel, Boaventura de Soussa Santos o Anibal Quijano, para pensar los conflictos geopolíticos globales son ignorados, mientras se siguen reproduciendo los estándares impuestos por la colonialidad del saber en los formatos y los cánones para ser validados con el rótulo de científicos por la academia en universidades de otros países.
Se podría decir que es porque se trata de una Universidad conservadora y que reproduce la colonialidad del saber. Pero lo paradójico es que incluso esta aparente reproducción colonial del saber ha sido ejecutada con la mayor mediocridad posible, porque ni siquiera se estudia con profundidad el conocimiento moderno, colonial y eurocéntrico. Esto quiere decir que aquella masa de mediocridad ni siquiera tiene la capacidad de repetir el conocimiento eurocéntrico.
Entonces ¿Qué es lo que nos está mostrando actualmente el conflicto de San Simón? Y, aclaro nuevamente que en esta reflexión no estoy haciendo alusión a las excepciones, que sí las hay y muy dignas; más bien me refiero a la regla, a aquello que predomina y parecería que es lo común. Si tomamos en cuenta algunas de las posturas que se han manifestado de forma dominante en este tiempo de conflicto en Cochabamba, todas expresan la comodidad del lugar que les toca defender, afín a la mediocridad institucionalizada con la que han sido formados. Por un lado, desde la parte docente, se defiende la “guardería de desempleados”, el salario fácil, con cualquier argumento, por otro, en la misma lógica de guardería, pero esta vez “revolucionaria”, con el nombre de “co-gobierno” y desde discursos encendidos, se condicionan intereses que benefician a ciertos círculos y a pequeños grupos y, sin un sentido crítico real, carentes de la capacidad de visualizar el problema estructural de la universidad, se critica a la “academia” por “elitista” y desconectada de la “realidad”. Como ya sucedió en décadas anteriores con muchos “revolucionarios”, esto será hasta que logren su titulación (dudosa) y pidan asilo en la guardería para desempleados y se hagan parte de la misma rosca transformándose en “catedráticos”.
Mientras tanto, desde otro frente, entre aquellos que han logrado niveles académicos en formaciones de posgrado, léase maestrías y doctorados, se intenta producir una salida académica al problema, que conserve el lugar privilegiado de los títulos y se introducen reflexiones también carentes de crítica que toman la referencia del modelo académico impuesto por los países del norte, actualmente en crisis, y salvando aquella distancia se compara con aquel modelo, pero reproducido en universidades de los países vecinos. En este caso tampoco se habla de la posibilidad de generar un proceso para construir conocimiento que pueda resolver los problemas locales, específicamente me refiero a la carencia de/en la producción categorial local y ni qué decir de la producción metodológica. Se habla de revistas indexadas, de la participación de pares cruzados anónimos para la legitimación de cierto “conocimiento” y de todos los cánones de la universidad colonial que actualmente también está en crisis.
Desde nuestra perspectiva no creemos en una re-estructuración, menos en una reforma de la “Universidad Moderna”, más bien apostamos, para el futuro, por la construcción de nuevos modos de producción de conocimiento y de una instancia de “educación para la vida” que tenga un sentido pluriversal y transmoderno, que no reproduzca el conocimiento único como “uni-versal” desde la “uni-versidad” y que reemplace la imposición de la ontología moderna y eurocéntrica por una construcción intersubjetiva, dialogada y trans-ontológica del conocimiento, como intercambio de saberes y desde procesos inter-epistémicos. Pero, así como estamos conscientes que esta transformación responde a una transición epocal, también pensamos que la actual universidad, por lo menos en Bolivia, no ha llegado ni por error a pensar en este tipo de transformación y es por ello que cualquier ajuste coyuntural al actual problema y a otros producirá la agudización de su estado terminal.

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