A PROPOSITO DE ALGUNOS DEBATES A CERCA DE LA CULTURA
(Publicado el 16 de septiembre en el suplemento "La Ramona", del diario Opinión)
No, el título no es un error, lo que se quiere enunciar es lo que realmente representa esa expresión, que algunos ilustrados seguramente, en un tono paternalista, la denominaran “popular” y después dirán, sin sentido. Para nosotros esa expresión representa un conflicto civilizatorio, que se origina con la primera Modernidad, a fines del siglo XV y principios del siglo XVI, pero al mismo tiempo expresa claramente lo que se quiere decir. Esto es, que la Fiesta sigue, como continuaron el taky onqoy en su tiempo. Se mueve, transita, interpela, cuestiona y agrede al encubridor/dominador, desde lo sucio, desde lo siempre negado. Desde el aliento a coca, a chicha, sea de yuca, de maíz o de cebada, a alcohol o cerveza. Pero así como la Fiesta sigue, la Fiesta se detiene, se está en hay nomás. Y gracias a este detenerse en su Horizonte de sentido, profundo, es que ahora lo político se cuestiona desde nuevas formas de pensar y vivir la vida. Si no se entiende la importancia de las racionalidades otras, desde las cuales se está interpelando al proyecto civilizatorio Moderno/Colonial/Patriarcal, será difícil comprender lo que significa la Fiesta en la Bolivia del siglo XXI y lo que significó en su devenir. Digo todo esto en relación a las reflexiones de Marcelo Guardia, “Fiesta también es cultura” http://www.opinion.com.bo/opinion/ramona/2012/0902/suplementos.php?id=3660 y a la de Carlos Mesa “Fiesta es Cultura, sin ‘también” http://www.opinion.com.bo/opinion/ramona/2012/0909/suplementos.php?id=3701, publicadas en semanas pasadas en el suplemento la Ramona del diario Opinión.
En la búsqueda por comprender mejor los conflictos de este país, a los que ingresé a través de la Fiesta, he recorrido varios itinerarios, seguramente no todos, no me jacto ni de ser ilustrado, ni erudito. En esta búsqueda, además de productores de lo festivo, en los últimos años, me he encontrado con varios pensadores, que desde fines de la década de los sesenta han ido desarrollando pensamiento relativo a lo que se conoce como Latinoamérica y, al mismo tiempo, éstos han ido cuestionando y debatiendo las ideas de pensamiento, cultura, historia, en todos los casos “universal”, producidos desde el eurocentrismo europeo y exportados e impuestos como Modernidad/Colonialidad/Patriarcal, hacia todo el mundo.
Para el caso de este debate, la preocupación de lo que en el ámbito ilustrado se entiende por “cultura”, no sólo está presente en Bolivia y, aunque la discusión de esta categoría se ha desplegado bastante, las élites ilustradas la siguen utilizando en función de los intereses moderno/coloniales. Si bien la palabra “cultura”, por su etimología nos remite a tiempos antiguos, es el mundo Moderno/Colonial/Patriarcal el que le asigna su función política específica. Inmanuel Wallerstein, entre algunos, es uno de los pensadores que mejor se acerca a esta función, cuando se refiere a la cultura como “campo de batalla ideológico”. Lo que hace este pensador, de manera crítica, es mostrar cómo, el sistema mundo moderno, que además es colonial/patriarcal, desarrolla una idea de cultura que cohesiona y reivindica determinados grupos y, al mismo tiempo, esa idea se transforma de manera encubierta, para separar a los mismos grupos y consolidar la dominación del Sistema Mundo Moderno/Colonial/Patriarcal.
Obviamente, cuando se ha asumido la propuesta categorial del “conocimiento universal” como verdadera y única, no se puede mirar y menos ver este nuevo Horizonte de sentido, que al mismo tiempo es un nuevo Horizonte Político, encubierto por la categoría “cultura”. Seguramente por eso se alude con ironía a “… quienes reescriben la historia y se suman al imaginario del ‘año cero de la Revolución’ marcado el 22 de enero de 2006”, reivindicando su “única” historia de Bolivia, sin haber problematizado tampoco la categoría historia y negándose la posibilidad de producir comprensiones, no “miradas”, más allá de la camisa de fuerza del arsenal categorial de la Modernidad/Colonialidad/Patriarcal, y con esto sin comprender lo que realmente sucede más allá de los salones o los escritorios, donde sólo llegan discos, libros o periódicos, cual realidad absoluta. No señor, este nuevo Horizonte de sentido del que la Fiesta es su guardián y reproductor, no se inicia en aquel llamado, “año cero”. Para esto no hay fecha, hay recurrencia como la del estar siendo, como la del sigue se está y como no hay fechas, menos se encontrará en las anotaciones de los libros, o sea, esto es memoria, no historia.
Si la “Fiesta también es cultura” o “Fiesta es Cultura, sin ‘también” no es el problema. El problema, que así mismo es el de la intelectualidad, no sólo boliviana, sino también latinoamericana, que intenta comprender la realidad sin problematizar el conocimiento de la Modernidad/Colonialidad/Patriarcal y su ejercicio dominador/encubridor de realidades, que las ha transformado en invisibles y con esto en “inexistentes”; es que no se problematiza, sólo acata.
La mayor debilidad en la producción de conocimiento es repetir y acatar. En este debate, no se problematiza la categoría cultura, lo que se hace es repetirla y acatarla, así como todo lo que se produjo y se produce en el mundo de la Modernidad/Colonialidad/Patriarcal, no se reflexiona, no se discute, se acata. Por eso se encubre y se desvía la discusión, en la mayoría de los casos sin darse cuenta. Así, parecería que el problema es la Fiesta y no la “cultura”. Pero como ya dije, la Fiesta sigue se está, como hace siglos.
Por una parte, esta corta discusión responde más a una mirada de la “cultura de editorial”, sea en los libros, en los discos, en los periódicos o en la televisión, se trata de los productos que se ofertan y que pueden ingresar descontaminados a las casas y los salones. Estas personas no se pueden “ensuciar” o “contaminar” saliendo de los salones, ya sea de “tertulia”, de espectáculo, de enseñanza aprendizaje, etc. Esta “cultura” no conoce los Sicuris de Niño Corín, o los múltiples ejecutores de charango del Norte de Potosí, tampoco las tarqueadas de Turco, o los “Festipolleras” mencionados, entre una gama infinita de vida presente en muchos de los recovecos de re-existencia de nuestro país. A no ser que estos les lleguen editados. Es a esta “cultura editorial filtrada” a la que se nombra en aquella rememoración de una descripción apasionada del siglo XX, paradójicamente, en un debate que surge en el siglo XXI, en el que, en el intento de desautorizar desde la supuesta erudición del ilustrado, lo que se hace es demostrar que la crítica tenía razón de ser.
Por otra, desde la noción de productores y consumidores culturales se quiere reconocer intencionalidades estéticas. Si bien se supera en parte la “cultura editorial”, desde el mismo entrampe categorial se confunde y no se explicita el problema de la subjetividad boliviana, mestiza, producto del despliegue de la racionalidad de la Modernidad/Colonialidad/Patriarcal, de la que todos somos parte, pero de la que algunos se sienten orgullosos y expertos en ella y otros la estamos reflexionando desde un intento de producir autoconciencia crítica. En esta confusión se alude a una exclusión de lo mestizo, que en mi parecer, más bien se lo reivindica, pero esta reivindicación viene de la subjetividad dominadora Moderna/Colonial/Patriarcal, que además se hace presente con toda la carga del encubrimiento del ego conquiro.
Si bien este debate parecería ser para ilustrados o, por lo menos para “sabidos”, lo que nos muestra la realidad es que las prácticas culturales han rebasado el debate de los ilustrados. Y desde hace ya algún tiempo, es desde las bases, en los procesos políticos, que se está dando línea y demarcando el nuevo Horizonte de sentido para entender los nuevos procesos en nuestros países. Aunque seguro que, más allá de esto, las élites seguirán haciendo gala de erudición ilustrada desde los salones y los escritorios.
En el marco de la comprensión de “la cultura como campo de batalla ideológico”, lo que aparece son los conflictos de poder, por los que se entabla esa o esas luchas. Si bien todavía existe alguna gente con aire de ilustración, con “nostalgia aristocrática” como explicó HCF Mancilla hace algunos años, que quiere seguir proponiendo el horizonte de sentido de la Modernidad/Colonialidad/Patriarcal como referente, desde los salones; la realidad de la calle, de la coca como primera palabra, del alcohol en libaciones compartidas de las mismas botellas o vasos, con músicos y danzarines sudados, de los buenos/malos olores, del viento que se estrella en el rostro, de los piojos y las pulgas en el cuerpo; nunca ha dejado de producir y reproducir estéticas y políticas otras, que no es lo mismo a otras estéticas y otras políticas. En este marco, la Fiesta deja de ser “cultura”, más bien se convierte en práctica política e “instrumento” de lucha. Entender esto último es lo que hace la diferencia para poder darse cuenta del desubique de la intelectualidad en Bolivia y en Latinoamérica.
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